sábado, septiembre 30, 2006

Sin título

Ay de la soledad del sueño,
por no querer querido
y por conocerte,
oh mi desconocida roca,
dañino.

Soy ya tu morada virtual,
y beato en tu esotérico altar.
Tú en cambio, desconfías
y perdiéndote en él
transformas el agua en lodo,
agrietando el sauce que quiso de ti beber.

Te he vuelto a ver en el mercado
tu cara dibuja una circunferencia
como la mejor de las pintadas lunas
y en ella, se desarrollan pequeños agujeros negros
que abarcan la eternidad de tu nombre
mientras sobre mi calzado de paja
en un indómito baile, tu pelo se distrae .

A la vuelta,
el frió del amor amado me consume
y entre harapos, sin alforja,
maldigo la eterna y sórdida rotación terráquea,
que por renacer, no para,
arrastrando consigo
obsoletos nacimientos.


viernes, septiembre 01, 2006

Hambre de mí

Engullo cadenas con sabor a fracaso
todos los días, una tras otra,
tan rojas como lo son las fresas de California.

Atormentada está ya mi frente de razón
y de hacer eslabones eslavos corazón.
El tizón crepuscular de mis ojos anhela,
suspira por caer en la tentación
de convertir mi pelo en punzón
y mi lomo en patrón

¿Por qué ahondar en la poca hondura?
¿Por qué naufragar con timón y cordura?
Me pregunto lapidariamente para nacer
de mi cuerpo de barro, húmedo de muerte.

Mientras broto y medito en mi alcoba
llama al timbre una cana más
lástima para los dueños del camaleón,
las cadenas siguen llegando de Hong Kong.