sábado, abril 22, 2006

Folclóric@s catódicos, políticos y novelas futuristas

Está últimamente el patio revuelto debido a las que se mueren y las que dejan de hacerlo. Afirmación ésta, por otra parte, carente de sentido, ya que uno está muerto o no lo está, por lo tanto es un sinsentido afirmar que se está dejando, pero en fin, pasémoslo por alto.

Parece ser que soy una persona extravagante, y lo parece porque a mí estas personas, por lo general, no me producen ninguna clase de estima, en contra de lo que la mayoría parece pensar. No le daría ni la más mínima importancia si no fuera porque me hacen parecer desagradecido, valor que según el saber popular está sólo reservado a los bien nacidos, cosa que, por otro lado, no entiendo. Hablo siempre del folclóric@ que sólo se dedica a cantar canciones escritas y compuestas por otros, por lo tanto de la mayoría, perdone que no utilice un término especifico para diferenciarlos, simplemente no se me ha ocurrido. ¿Qué clase de mérito tiene una persona que habiéndose encontrado con una voz bonita se ha dedicado a usarla? Pues el mismo que el que se ha encontrado con un tesoro escondido en su jardín y se dispone a disfrutar de él toda la vida, cosa difícil hoy en día, no tanto por la dificultad de encontrar el tesoro como por la de tener jardín.

L@s folclóric@s catódicos, que por lo visto debe de ser en eufemismo de parásitos catódicos, son el más bajo exponente de el folclore en sí. Folclore que según la R.A.E. es el “Conjunto de creencias, costumbres, artesanías, etc., tradicionales de un pueblo”.Combina tradición, costumbres y pueblo, palabras que, sin duda, forman parte de ese coptel que los políticos empuñan llamado lenguaje de crispación. En realidad, ¿No está el folclore condenado a actos institucionales y demás trivialidades? Por lo tanto, ¿No están estos personajes abocados al paro? y ¿No tiende todo lo que está relacionado con la tradición a politizarse o a desaparecer? Salvo, lógicamente, para algunos que todavía siguen defendiendo los derechos históricos (que más una reivindicación parece un oxímoron). Recuerdo cuando estándome rondando ésta misma idea por la cabeza se me ocurrió escribir una novela futurista, bueno en realidad no sé si se me ocurrió o simplemente recordé la lectura reciente de Un mundo feliz y sentí envidia de Huxley. Debe de formar parte de alguna de las leyes de Murphi, cuando uno esta pensando en algo y se le ocurre que quiere seguir profundizando en ello. Sólo hace falta una milésima de segundo para que se le pase por la cabeza algo diametralmente opuesto a eso. Siempre me fascinó una idea: conseguir mover las cuerdas del mundo, pero eso sí, sin que los títeres se diesen cuenta o que simplemente harían la vista gorda. Quiero pensar que tal egocentrismo, incluso me atrevería a decir megalomanía, era propia de la edad. Si se enciende la televisión se verá la excepción que confirma la regla ¡eh! No pienses mal.

Así que éste sería el tema de la novela, el sencillo plan de dominar el mundo. Para lograr tal propósito crearía un artefacto capaz de controlar a las masas y alienarlas, pensé en llamarlo estrella de la muerte, pero claro, no se puede ser tan explicito cuando se intenta engañar ¿no?, así que decidí que lo llamaría medios de comunicación ¡Por dios! Quien iba a pensar que con un nombre así se trataría de algo malo. ¡Maldita sea! Otra vez venían los folclóric@s a mi cabeza, pobrecitos, se quedarían en paro, entonces sentía lástima por ellos. Algo tenía que hacer. Estuve cavilando hasta que de repente me entro una maquiavélica risa, ya asumiendo mi papel de líder, les utilizaría para el bien común, o sea el mío. Me aprovecharía del déficit personal y de la empatía intrínseca humana de las personas que verían, oirían o leerían mi artefacto. Concedería amplios espacios a mis secuaces que ahora llamaría famosos, entre los cuales estarían l@s folclóric@s sumis@s a mi poder. Necesitaba la empatía de la gente, puesto que tendría que enseñarles cual es el tipo de vida que quería que llevasen. Todos formarían parte de la sociedad virtual creada por mí.

Antes de seguir con aquellos delirios de grandeza tuve que hacerme unas preguntas de sentido común ¿Cómo obligaría a ver, leer u oír mi artefacto? Y en segundo lugar, pero no menos importante ¿Cómo haría que creyesen ser libres? La verdad es que es difícil esto de ser dueño del mundo, o por lo menos mentalmente cansino. Consideré los implantes genéticos basados en nanotecnología y las fustas con tecnologías específicas de un isótopo del hidrógeno llamado tritio, pero no terminaban de cuajar, entonces pensé: ¿Y por qué no cederles una parte pequeña del poder? Esta porción tendría la forma más perfecta existente, serían circulares, se deberían ganar con arduas tareas que yo dictaría. Estas monedas ofrecerían poder, pero únicamente temporal. Los famosos utilizarían la magia que yo les concedería, más rentable que la del gran Houdini. Serían capaces de transmutar emociones, darles vida a los objetos, como el mismísimo doctor Frankenstein. Esta magia estaría basada en la capacidad humana de asociación de ideas, de la cual se aprovecharía la que se produce inconscientemente. ¿Qué para que sirven objetos con emociones asociadas? Pues es bien sencillo, estas emociones conseguirían producir pulsiones, pulsiones que irían dirigidas a la adquisición de objetos sin valor. Objetos que se adquirirían mediante monedas, de forma fácil y sencilla. Un cambio de trabajo por simples objetos, lo que vendría a ser un reciclado de su pequeño poder.

La sobreproducción no será un problema, cuando el plan esté un poco más avanzado, crearé algo llamado marcas, puede sonar raro no lo dudo pero será efectivo. Las marcas suponen uniones de diferentes objetos bajo un único símbolo al que poder asociar emociones. Se supone que las marcas crearan diferencias sociales, incluso no sería descabellada la idea de que parte de la sociedad, en su conjunto, tendrá que vivir en la más absoluta miseria para mantener la producción masiva de objetos a bajos costes. Para cubrirme las espaldas de los que no sufran de pobreza material, ya se sabe que mala es la conciencia social, extenderé el bulo de "no hay comida para todos", y les recordaré constantemente la suerte que han tenido.

¿Qué alguien quiere escapar del bucle? Uhmm…difícil lo tendrá, para cuando se quiera dar cuanta, ya estará inmerso en él, porque el mundo virtual que propondré, a base de insistir, será el real. Imagínese: personas supeditadas a las emociones asociadas a los objetos que visten, comen, usan... Suena a risa ¿no es cierto?

Es una pena que las novelas de moda sean ahora las sectarias, esas que están ancladas en el pasado de perversas religiones. Ya no gustan los libros futuristas, pero no os dais cuenta, el futuro está hay mismo, a la vuelta de la esquina, y éste alguna vez será pasado ¿No? Menos mal que ya no existen personas retorcidas, que todo forma parte del pasado, y nosotros, con los anteojos rosas, tenemos tiempo para disfrutar de este mundo feliz...